XILOGRAFÍA





Esta es la primera estampa de madera tallada (para tallarla utilicé, en su mayoría, la gubia, y en algunas partes específicas, la dremel que nos facilitaban en clase). Como podemos observar, se trata de una xilografía monocroma, concretamente realizada en negro sobre papel "fabriano rosaespina" de un tono crema.
La intención, era representar un ojo, en cuya pupila pudiéramos ver  el "sombrero" del cuento de "El Principito". La historia es la siguiente:

"Cuando tenía seis años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre el
Bosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada menos que una
serpiente boa tragándose a una fiera.
Decía el texto: "Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin
masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos meses en que
transcurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre las aventuras de la selva y un
buen día, tomé un lápiz de color y logré mi dibujo número 1.
Decidí mostrar mi primera obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
-"Por qué nos asustaría un sombrero?"-, me respondían.
Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa que
había tragado a un elefante.
Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran,
ya que siempre necesitan explicaciones.
Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas
cerradas o abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la
gramática." El Principito.  A de Saint-Exúpery

Con esto, quería interpretar la inocencia de los niños, eso que es tan evidente para ellos y tan complicado de ver para nosotros, por ese motivo, debajo de este "sombrero" aparece escrita la frase que he publicado en la introducción del blog "et si on regarde le monde avec des yeux d´enfants".

Para llevarlo a cabo, tuve que realizar el boceto en un tamaño a escala con la tabla. Más tarde, lo llevé a la copistería y lo imprimí, volteado (para que las letras pudieran leerse al estamparlas) y al tamaño de la tabla. Una vez hecho esto, llegó la hora de poner en práctica toda la teoría. Calqué con cuidado el dibujo, y empecé a desbastar la tabla con la gubia. Al ver que me costaba mucho, ya que el contrachapado no me permitía tallar siempre en una misma dirección, decidí probar con la dremel, pero el remedio, en este caso, fue casi peor que la enfermedad. No era capaz de regular bien las velocidades, la punta se me escapaba y cuando quería darme cuenta, había desbastado todo, menos lo que quería desbastar. Aún así fui insistente, y no desistí con esa máquina, que casi acababa de conocer, hasta que empecé a sentir tanto hormigueo por mis manos por las vibraciones que ni siquiera era capaz de distinguir cuándo la máquina estaba encendida y cuándo apagada.
De ese modo, cogí mi gubia, me llevé el trabajo a casa, y terminé de tallar mi matriz con paciencia y entre masas de virutas de madera.
Por último, tras haberle dado la goma-laca correspondiente, me dispuse a entintarlo con el rodillo más grande que ví y lo pasé por el tórculo cuidando sus respectivos márgenes.
Después de esta aparente victoria, vendría lo aún más temido: "el arakaji"

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